Cuando aparecen los tiempos duros es cuando se debe demostrar el vigor y la salud, y en este marco solo una empresa sana es capaz de avanzar y crecer.
Tenemos la certeza de que el patrimonio efectivo, real y más valioso que puede poseer una organización o una empresa, es el ser humano, y este capital humano es el que marca la verdadera diferencia competitiva y de calidad en todos los órdenes.
Recordemos que solo una empresa sana es capaz de crecer. En tanto el ser humano es la pieza maestra, este dispone a su vez de la maquinaria más potente para conocer, usar y desarrollar: su mente. Es pues fundamental entender cuales son los pilares de una mente sana:
1. En primer lugar todo ha de cimentarse en una mente serena y una atención consciente con la capacidad de «leer» las situaciones desde la realidad y no desde los filtros de una mente-personalidad que provoca distorsiones graves. Dicho de otro modo, la capacidad de percibir el entorno más como «tal cual es» y menos como «tal cual somos». La mayoría de las veces, el hecho de no percibir correctamente lo que ocurre a nuestro alrededor no es problema de la propia percepción, si no del modo en que una mente condicionada «interpreta» lo percibido.
Una mente rígida y con miedo al cambio siempre procurará erróneamente que la realidad se adapte a lo que «cree que debe ser así» o a «cómo ha sido toda la vida». Se produce como resultado una violencia y un conflicto en la mente toda vez que la percepción muestra una realidad, y, en cambio, la mente se niega a aceptarla, bien sea por el sistema de creencias, por el esfuerzo que representaría el cambio o por la suma de ambas.
Esta situación provoca primero la fase de «no pasa nada», después viene la postergación de decisiones y, por fin, cuando no hay otro remedio, se produce la toma de decisiones precipitadas e ineficaces que suelen ser fruto del miedo y la inseguridad.
2. El segundo paso se refiere a la flexibilidad y capacidad de aprendizaje, entendida también como la capacidad de adaptación. Esto se llama neuroplasticidad y es la base de todo, pues es en esta fase en la que se produce el cambio a nivel cerebral y se torna efectivo. Utilizando un símil sencillo, si nuestra mente es rígida como una piedra y no absorbe lo que la atención consciente percibe, no se producirá ningún cambio; si por el contrario la mente es moldeable, se adaptará a la nueva realidad cambiante y empezará a funcionar con códigos eficaces y adaptados a lo nuevo. Esta fase no es abstracta, es completamente fisiológica y comprobable. El cerebro aprende. El cerebro sí puede cambiar. Igual que es capaz de aprender un nuevo idioma o fue capaz de aprender a montar en bicicleta o tocar un instrumento musical; gracias a su neuroplasticidad es capaz de aprender y manejar nuevas formas de conocimiento. Otro factor fundamental es que la clave de la neuroplasticidad reside en la capacidad de empatía, en la capacidad de ponerse en los zapatos del otro, de sentir lo que siente; en definitiva, de ser capaz de sentir compasión y afecto. Antes hablábamos de la imprescindible calidad humana y, sin entrar en otras valoraciones ético-morales y dicho del modo más sencillo posible, la neuroplasticidad del cerebro de un individuo nos habla a voces de sus cualidades humanas. Es como si las conocidas cualidades humanas de sentir simpatía, afecto, amor, comprensión, etc., actuaran como un factor de flexibilidad que proporciona al cerebro la posibilidad de aprender de un modo más fácil y profundo.
La clave reside en tratar de mantener nuestra mente en un perenne estado de neuroplasticidad, de estar siempre dispuesto a aprender en cualquier momento y circunstancia, de estar en un estado de receptividad y curiosidad. Es importantísimo entender que eso de creer saberlo todo o que ya no se está en condiciones de aprender nada, es un verdadero veneno para una mente.
3. Por último, la comprensión es el fruto que surge cuando se crean los escenarios apropiados antes mencionados de la mente serena y la atención consciente, se activa la flexibilidad y el aprendizaje. Podríamos resumirlo con el famoso «¡eureka!». Pero lo más importante es que el logro de la comprensión es ejecutivo, es el origen de las decisiones que entonces ya no nacen de los impulsos o del miedo, desde «el no hay más remedio», desde la mera reactividad o desde la fantasía.
Cuando aparece el entendimiento consciente la acción consecutiva es coherente, fluida y se expresa con ausencia de conflicto, con confianza y seguridad. Asimismo, la puesta en práctica en el terreno de lo concreto de los eureka, suele tener aparejadas la ilusión, el entusiasmo y la alegría sin perder la cabeza y manteniendo los pies en el suelo. Pero la comprensión va más allá del entendimiento: cuando comprendemos, abarcamos. Cuando entendemos es como si nos situáramos a una distancia del objeto o situación de entendimiento, mientras que, cuando comprendemos, participamos del objeto de comprensión. Valga para la «comprensión» de esta diferencia el símil de un abrazo. El entendimiento nos permite observar sin contacto, la compresión lo abraza. Es algo más profundo. Más orgánico.